martes, 17 de febrero de 2015

BREVE REFLEXIÓN SOBRE LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LA LECHE.

Salgo del trabajo y al igual que muchos colegas clasemedieros, debo tomar un transporte público y someterme a los gustos musicales del chofer. Usualmente eso significa cuarenta minutos de tortura a base de corridos y banda, pero hoy lo que sonaba en el estéreo de la combi era una estación popera. Entre Selena Góméz y Katy Perry insertan apróximadamente seis minutos de spots electorales. Seis minutos que bastan para sintetizar el asco que produce el grueso de la publicidad partidista. Nunca imaginé que recordaría con nostalgia la época en la que el PRI y el PAN monopolizaban las riñas pre-electorales en los medio de comunicación con ocasionales intervenciones socialistoides del PRD, pero luego de enfrentarme también a anuncios de el Partido Verde, Nueva Alianza, Movimiento Ciudadano, alguna cosa Turquesa que no entendí muy bien, Encuentro Social, PT y quien sabe cuáles otros que no alcancé a distinguir, la parafernalia cada vez más específica de la mercadotecnia "democrática" me resulta del todo insoportable. También recuerdo con añoranza aquél tiempo en que había tres marcas de leche en el súper y no había que perderse entre anaqueles abarrotados de combinaciones lácteas ligt/enteras/deslactosadas/saborizadas/orgánicas/con ácido fólico/para mujeres/para mayores de 40/para menopaúsicas y para estreñidos. En el fondo sabemos que todas dan exactamente lo mismo para el organismo del consumidor promedio (igual que los partidos políticos) y que la vaquita que pasta feliz en el empaque no se parece en nada al turbio y cuestionable proceso por el cuál obtienen la licencia sanitaria de lo que sea que nos vendan (de nuevo, igualito que los partidos políticos).

Además, parece que existiera un sustancioso galardón secreto para el no-sé-si-llamarle-publicista que produzca el spot mas kitsch, el jingle más vulgar y el diálogo esperanzador más cínico de toda la campaña.  En fin. Enriqueceremos la entrada de hoy con un divertido y educativo juego de asociación....¿Puede usted empatar correctamente el color del partido con la estrategia publicitaria que lo caracteriza?


"No vamos a subir la gasolina"                                       
"El clásico que nunca pasa de moda"                             
"Es nuevo !Cómpralo!"                                                  
"!Los rojos apestan!"                                                      
-Jingles guapachosos-                                                     
La ley del Talión                                                             


°Respuestas correctas: Cri, cri, cri.....

jueves, 12 de febrero de 2015

50 Sombras de Grey: Erotismo hipoalergénico.

Los implicados directos en el caso de Ayotzinápan ya pueden respirar tranquilos por dejar de estar en el ojo del huracán; llega a las redes sociales una nueva invasión de contenido mediático que esta vez tiene que ver con el estreno de una película basada en un libro basado en otro libro basado a su vez en una profunda confusión que equipara la felicidad de la fémina promedio con el hecho de un macho alfa tome el control de absolutamente todos los aspectos de su vida.

Me refiero, claro está, a la adaptación cinematográfica de 50 sombras de Grey. King ya dijo que es "porno para mamás" (discrepo, conozco varias mamás que se aburrirían a la tercera hoja), la comunidad BDSM ya se ofendió profundamente y comunicó a los cuatro vientos que ese libro no representa su filosofía, los clubs de fans de Crepúsculo están viendo severamente mermada su nómina en favor del engrosamiento de las grupis de Chistian Grey, la comunidad católico-cristiana produce frenéticamente un listado tras otro de "por qué no debes ver 50 Sombras de Grey"  que incluyen (y, literal, cito) "por que te excita" y "por que se presta a que abusen de ti", y, no lo sé de cierto, pero puede que Pedro Juan Gutiérrez ya tenga un nuevo ídolo y Sade esté por volver de la tumba sólo para conseguir los libros.

Ya en serio, la verdad no hay mucho que decir al respecto. Confieso que esta entrada es simple y llanamente una dócil respuesta al llamado del morbo que me produce ver a tantas congéneres convencidas de que un sujeto guapísimo y multimillonario (permítaseme recurrir al siempre bien ponderado adjetivo "RMI") dándole nalgadas a una mujer sin un ápice de personalidad equivale a una revolución erótica en la literatura.  Hay lecturas para todo tipo de criterios, gustos y tabúes. El problema con 50 Sombras de Grey, a mi parecer, no estriba en el hecho de que el sexo allí representado está más sanitizado que un quirófano, ni en que genera expectativas irreales (cada quien debe responsabilizarse de las propias) o en que la narrativa, más que dejar mucho a desear, sea casi del todo inexistente. A mí lo que me molestó de las dos horas que dediqué al libro (saltándome toooda la paja en la que el protagonista estalkea sistemáticamente a la chica y ésta casi se desmaya de la emoción) es que, hasta dónde alcancé a leer, parte de la filosofía por la cual ella se deja atar las muñecas con pañuelos de seda y tapar los ojos con un antifaz monísimo (Dios mío!! qué transgresor!!!) es que está "liberando a su diosa interior" "accediendo a su feminidad sagrada" o alguna felación emocional parecida. Eso, y que ni siquiera toma responsabilidad sobre su propia decisión de dejarse dominar por que todo parece ser algo simple y llanamente "inevitable". ¿Así o más Kitsch?.

¿Por qué habríamos de justificar con tendencias New Age y políticamente correctas a los impulsos de sumisión y dominación que todos los seres humanos cargan en mayor o menor medida?   El masoqismo y el sadismo son eso: masoquismo y sadismo. Representan deseos extremosos, potencialmente peligrosos física y emocionalmente, actitudes que serían completamente inadaptadas en la vida cotidiana y posturas incómodas para el estatus quo. ¿No sería más honesto aceptar que todo eso forma parte de la naturaleza humana y hacernos medianamente responsables de nuestros propios impulsos, fueren los que fueren, sin andarlos maquillando?.

Por cierto, que si el tal Grey no fuera asquerosamente guapo y pudiente, pasaría a ser un vil y vulgar pervertido de cuarta. Sospecho que un sutilísimo doble discurso se nos ha colado en el librero...

Cri...cri...cri.










martes, 10 de febrero de 2015

EL DEGENERE DE LA IGUALDAD DE GENERO.

Una se pasa la mitad de la carrera leyendo libros de feministas, de antropólogos, de neuroanatomistas que hace treinta años instauraron el neurosexismo y de neuronatomistas que hace diez lo refutaron. Libros de sociología de género, best sellers que juran que los hombres son de marte, las mujeres de venus y disparateces  cómicas del estilo, manuales políticamente correctos para la igualdad, antropólogas psicoanalistas sin miedo a demostrar que su miembro intelectual no deja espacio para ninguna envidia, manifiestos homosexuales, chistes machistas y un sinfín de publicaciones que oscilan entre  la doctrina de la complementariedad sexual sagrada y la indiferenciación germinal profana.  Una persona normal, no requiere ni la mitad de ésta bibliografía, ¡qué digo la mitad! no requiere haber leído más que los artículos sobre feminidad y hombría de las revistas quincenales populares,  para ir por la vida convencidos, con una fe envidiable, de que las mujeres y los hombres son especies distintas y  de que las únicas posturas válidas son, en el caso de los hombres el machismo políticamente correcto, y en cuanto a las féminas, el feminazismo, por supuesto.  Benditos y bienaventurados ellos que no se arriesgan al suplicio eterno. Bien dice el apocalipsis (3:16) que a los tibios el altísimo ha de vomitarlos de su boca como con cierto asquito,  por su aberrante, antinatural e inmoral inclinación al equilibrio. Pues confieso, yo soy tibia en lo que concierte a esos asuntos.  Debí quedarme con los primeros dos o tres libros al respecto; ir por la vida  con una filosofía que me permitiera ver a los hombres como criaturas dignas de desprecio, compasión o admiración, dependiendo  de si la autora era Martha Lamas, Esther Vilar o Camile Paglia. Pero no, tercamente me empeñé en seguir envenenando mi alma con una opinión tras otras, ¡y lo que es peor! Algunas eran tan ponzoñosas que decían basarse en investigación científica seria,  no en habladurías de sentido común reproducidas una y otra vez por los siglos de los siglos, amén.

Cuando se es incapaz de afiliarse a los discursos  cómodamente superficiales que ambos géneros manipulan según convenga en una típica reunión con amigos,  es inevitable sentirse sometido al peor de los ostracismos. Y es que uno no queda bien con nadie. No, yo no estoy de acuerdo con la mayoría de las frases que comienzan con: es que las mujeres son, es que los hombres son… por lo cual no estoy de acuerdo con el noventa porciento de las opiniones del mundo, al parecer. -¡Es que no puede ser que pienses que los hombres y las mujeres son iguales!- dice alguien sinceramente preocupado por mi capacidad mental y convencido de que nadie me ha explicado la diferencia entre igualdad y equidad.

La gran ventaja es que las diferencias de género son un tópico tradicional tan manoseado para las tertulias facultativas, que inevitablemente dejan paso a otros igual de masticados para los cuales tengo  opiniones más normales. En realidad, en lo que a temas de roles se refiere, yo ni si quiera tengo opiniones, tengo dudas. Es más, no llego a tener dudas en plural, tengo una sola: ¿Qué sucedería en un hipotético experimento que permitiera criar a los chamacos con libertad absoluta de imposturas culturales de género? ¿Tendríamos personas mejores o profundamente menoscabadas en su individualidad? ¿se vendrían abajo los dogmas del neurosexismo, o demostrarían su irrefutabilidad?. Bueno, ya sé que son tres, pero parten básicamente de la misma duda. No impongo la idea de que somos seres amputados en la mitad de nuestras potencialidades desde que nacemos y nos visten de azul o de rosa, pero tampoco la descarto. Las sociedades occidentales del siglo XXI son tan eficientes disfrazando de vanguardia modelos arcaicistas de política, economía y humanismo, que bien podría estar sucediendo lo mismo con la denominada igualdad de género que intenta convencernos de que adoptar formas cada vez más complejas de diferenciación equivale a libertad.

Y es que, mirar con malos ojos algunas de las consecuencias de la desigualdad de género, como la violencia física,  no equivale a abolirla. Y cuando digo “desigualdades” procuro dejar bien claro que me abstengo de cualquier inclinación feminista con violines trágicos de fondo; estoy consciente de que vivo en un país en el que una conductora de televisión puede decir abiertamente que “los hombres no sirven para nada”, y un conductor análogo sería sometido a la censura si aventurara un comentario similar. La desigualdad golpea indiscutiblemente a ambos géneros, y les obliga a ser agresivos y rencorosos el uno con el otro. A firmar el largo pliego petitorio de insensateces con las cuales un grupo de personas pretende delimitar los derechos, las competencias y las atribuciones de otro.


Volviendo al punto: no dejaré de insistir en que me hubiera ido mucho mejor de haberme limitado a tomar la bandera que mi situación de mujer manda. Así podría mirar a los hombres cual discapacitados emocionales y regodearme en mi superioridad metafísica, disfrutar la plática feministoide minada de comentarios despectivos hacia quien comenta la osadía de tener pene, y achacar todas mis desavenencias con el sexo contrario a un machismo inamovible. Pero no puedo. Tampoco disfruto los chistes homofóbicos,  ni los comentarios que comienzan con “es que ustedes las mujeres/ es que ustedes los hombres”. No me clavo. No ando por la vida regalando manuales de redacción libres de sexismo. Entiendo que las diferencias de género son una parte fundamental de nuestra cultura, pero no me gustan, así como tampoco me gustan la violencia ni el cinismo político que también tienen su lugar privilegiado en los botones de muestra de nuestra sociedad. Sin afán alguno de cambiar al mundo, toda esta letanía sirve más bien para tratar de explicar, a quien le interese, cómo y porqué intento cambiarme a mí misma; porque yo, individualmente, en mi opinión personal propia mía de mí, no quiero andar por la vida limitándome una gama de comportamientos, afectos e intereses estrictamente anclada en el accidente cultural de mis cromosomas. 


¿Cri... cri...cri?   Eso pensé. 

ÚNICAS, IRREPETIBLES Y ESPECIALES... FABRICADAS EN SERIE.

El capitalismo lo es todo. Sus largas patas de zancuda conectan con virtualmente cada fibra de nuestra personalidad: basta elegir uno de los múltiples estereotipos que tiene a bien proveernos y lo demás es comer y cantar, bueno, más bien, comprar y cantar. Las distintas taxonomías que abarcan los años de la juventud parasitaria (esos en los cuales se supone que eres guap@ y gastas el dinero de papá) incluyen varios tipos de personalidades absolutamente carentes de originalidad que no me sorprendería que comenzaran a vender en el OXXO. ¿Me da un kit de chav@ buena ondita con aspiraciones de antro? ¿Tiene paquete mediano de gustos emoides marca "Me gusta Poe pero no lo he leído"? ¿Qué trastorno alimenticio sale mejor, oiga?

Hoy comencé la mañana leyendo un artículo que se titula más o menos como "Por qué las mujeres complicadas son las que valen la pena" Había una foto de una adolescente vestida muy a la moda (ombliguerita, medias y chores que casi gritan la marca y el precio), con una habitación caótica de fondo llena de más ropa cara revuelta y algunos posters con frases de rebeldía imprescindibles onda "Stay Strong". Su actitud corporal parecía decir "soy taaaaan profunda y mi alma guarda una tristeza inabarcable". Me quedó claro que el artículo no iba sobre mujeres complicadas, más bien sobre niñas berrinchudas. Sin hacer exactamente un listado de atributos,  la publicación trataba de convencer de que los siguientes son absolutamente irresistibles:

Irresponsable-voluble-desconsiderada-depresiva-vanidosa-conflictiva-histérica-inestable

La crítica, finalmente, no va para el autor de la entrada,  que seguramente busca encajar en el traje de chicosuperespecialquelegustaachicasuperrara, si no para esa terquedad de convertir al individualismo más superficial, cómodo y fabricado en serie en algo emocionalmente atractivo. Ya no hablemos de las personalidades marca novela pseudoerótica de vampiros y multimillonarios pasivo-agresivos con protagonistas que se parecen bastante a un espárrago  demasiado cocido, sin un ápice de voluntad.  La cosa está más o menos así: La chica perfecta es una desconsiderada de primera que te hace pasar momentos incómodos y hasta peligrosos en aras de su irreprimible individualidad contestataria,  o es una perfecta sumisa que te idolatra y depende emocionalmente de ti hasta la nausea. Para estos dos estereotipos se requieren moldes complementarios en versión masculina igual de pobres. Y !tan tan! he aquí la relación ideal de los medios de consumo, que por lo mismo puede permitirse ser todo lo enferma, agresiva, codependiente e inmadura que se quiera.  Que triste que la tendencia sea tener cuatro o cinco años a los adolescentes persiguiendo modelos de personalidad, estética y relaciones económicamente viables y completamente estandarizados, en lugar de alentarlos a construir su propia estructura en relación a lo que verdaderamente los enriquece. Y me pregunto ...¿Es tan tremendamente aburrido ser educad@, sensat@, estable e independiente? No. Lo que es tremendamente aburrido es no haber haberse cultivado jamás y tener que recurrir a actitudes limítrofe para parecer un poco interesantes.

Cri...cri....cri.