lunes, 28 de septiembre de 2015

La mayor novela menor de Kundera


Hay escritores que tan sólo pronunciar su nombre evocan de inmediato el hálito de su obra.
Ahora diré una obviedad: Rulfo será a Páramo lo que Márquez a Cien años… y lo que Kundera será por los siglos de los siglos a La insoportable levedad del ser.
Quizá por ello algunos contertulios del Café de Siempre casi me excomulgan cuando dije que la verdadera gran novela del checo-francés no era La insoportable levedad… sino La despedida, novelita corta publicada en el 75, y que pasó de noche, como el sueño de una noche de verano, anunciando en el título su destino.
—Exageras ­—dice un contertulio—. La despedida es una novela menor.
Es cierto, exagero, pero es una exageración moderada, nacida de la sentencia de Gabriel Zaid:
“Lo peor que le puede ocurrir a un poema menor es que pretenda ser grande”
Este vicio –el de la pretensión- lo padecen tantas novelitas sostenidas de una grandilocuencia discursiva, de un gregarismo intelectual, de un derroche de carpintería tecnicista que... en fin; La despedida no padece esos dolores;  es efectivamente una novela menor,   claro que sí,  pero de ahí radica su potencia: es una auténtica novela menor. Jamás buscó la grandeza, y no pretende, como otras novelas, matar chinches a cañonazos. Es una grandiosa novela menor.
En la contratapa de la edición Tusquets de lee: En un balneario algo trasnochado convergen temporalmente ocho personas cuyas circunstancias se van entretejiendo paulatinamente hasta formar, con la precisión de una telaraña, una trama en la que todos, directa o indirectamente, acaban viéndose atrapados: el músico célebre y la hermosa enfermera que quiere quedarse embarazada; la celosísima esposa del músico y el joven mecánico enamorado de la enfermera; el ex convicto, víctima de las purgas de su país, que va a despedirse de la muy cerebral Olga; el ginecólogo, con sus fanfarrones proyectos demográficos; el rico excéntrico, una versión de santo moderno. La despedida tiene la ligereza y la magia de un vals, de un sueño de una noche de verano.”
La despedida tiene la magia de un vals, y su aparente ligereza nos remite a un vodevil escrito con la perfección de un miniaturista. Un tanto ajeno a su temática, Kundera no recurre –del todo- a la estratagema político-filosófico-humanista, ni a las digresiones psicológico-existenciales de sus otras novelas. Lo que hay son personajes en plena efervescencia de la parodia de su vida. Inmersos en sus tragedias pedestres, que no son otra cosa que una broma (la eterna broma husserliana del ser en el mundo) para ocultar un profundo conocimiento de la condición humana, o lo que eso quiera decir.
—Pero los personajes están terriblemente acartonados ¡Se les ven los hilos por todas partes!— Dice el contertulio de café, y tiene razón; en La Despedida los personajes no exudan naturalidad, incluso es posible imaginarlos actuando en el acartonado teatro de la página mientras el resto fuma cigarrillos tras bambalinas –la mente del autor- esperando su entrada. Esta evidente carencia de lo espontáneo es premeditada. Kundera sabe que el lector asistirá a un vodevil macabro en cinco actos, con actores que exagerarán su voz y sus muecas. Fingiendo una pésima actuación de la vida, se burlan de la vida misma, para evidenciar su crueldad. Nuestro autor sabe que es necesaria la burla, que la crueldad no se puede arrojar sobre la novela así de golpe, como una bofetada. Recurre entonces al registro emociona de sus personajes para ridiculizarlos: al volverlos ridículos, se redime y se camufla, atendiendo a la sentencia de Wilde: si quieres decirle una verdad a la gente, debes hacerlos reír, de otra manera te matarán.

Nos gusta exagerar la vida porque es nuestra manera poco sutil de vengar su condición efímera. Decir que La despedida es la mejor novela del checo-francés más importante de Europa es evidentemente una exageración. A veces la vida es tan poca que uno necesita exagerarla para que parezca real. Esta es, pues, mi manera de imitar -¿renegar? ¿reprochar a?- la vida: decir, con exageramientos o sin ellos, que La despedida es la mayor novela menor que se haya escrito en la Europa del 75.

martes, 22 de septiembre de 2015

Incómoda reflexión sobre la herbolaria pazmundialista VS las drogas recreativas.

Más o menos una vez por semana, me topo con el típico espécimen chamánico new age hipsteroso buena ondita que somete a mis oídos o a mis ojos a un discurso en pro de la legalización de la marihuana amparado en supuestos "médicos" y "metafísicos".  Cada que prendo la tele (que afortunadamente no es muy seguido), hay una serie gringa cuyos interesantes, modernos y exitosos personajes se fuman un churro en el contexto de una convivencia armoniosa que refuerza sus lazos de amistad. Mi última incursión al cine me confrontó con la urgente necesidad de asegurar políticas públicas que permitan que los osos de felpa se droguen con toda la tranquilidad en EU (y supongo que por añadidura eso implica derechos similares para el resto de los pluches del planeta), y de paso, sugirió como no queriendo que la guerra contra las drogas sólo servía para oprimir a determinados sectores de la población caracterizados por su falta de oportunidades y como un tiránico metodo de control social.

Al parecer, tanto la herbolaria tradicional como la opinión generalizada del culto y humanista ciudadano estándar del imperio coinciden en que hay que despenalizar la mariguana si aspiramos a reinstaurar la paz mundial y a curar el cáncer y a expandir nuestras mentes.

Es una pena que dichas posturas nos releguen a segundo plano a los que abogamos por una despenalización de la misma bajo un argumento pura y sencillamente fundado en la libertad del individuo sobre sí mismo. A los que estamos convencidos que ninguna legalización de ningún estupefaciente va a terminar con el crimen y que la mota no es un ningún recurso para alcanzar la iluminación, ni te cura nada ni te convierte en un mejor ser humano. A los que sabemos perfectamente que el abuso de dicha sustancia, como de cualquier droga, tiene consecuencias nocivas en la salud y que sobre todo, comprendemos que legalizar la mariguana no es ni mucho menos un asunto de prioridad social y tenemos la delicadeza de admitir que hay una lista enorme de prioridades antes que un marco jurídico que le permita  las personas cargar son sus toques sin la paranoia de ser remitidos a un MP.

Al mismo tiempo, considero que existe un grado obsceno de hipocresía con el tema de las drogas. Inmersos en una sociedad que se droga recalcitrantemente con fármacos legales, comida chatarra, producciones audiovisuales, redes sociales, pornografía, alcohol, etc, es ridículo seguir tratando de establecer una postura moral independiente para las drogas ilegales. Nos encanta drogarnos, somos una sociedad inmersa en las delicias de los estímulos artificiales y no parecemos estar lo bastante conscientes de ello como para adoptar posturas sensatas al respecto. Yo me aventuraría a  opinar que el uso de las drogas con fines recreativos y el refinamiento de la obtención de estímulos por las vías más insospechadas está al mismo nivel que el uso de herramientas, o la producción de arte en cuanto a las conductas que nos definen como seres humanos. La gente que no consume drogas ilegales lo hace mayoritariamente por una convicción personal, -igual que las personas que no consumen tabaco o alcohol- no por que estén prohibidas, y las personas que sí lo hacen encuentran en la prohibición más bien un atentado contra su seguridad que una motivación real para evitar el consumo abusivo.

Aunque estoy segura de que el hecho de que en nuestro país no se haya legalizado el consumo, la producción, venta y distribución de marihuana responde a una cuestión de intereses creados más que a un tema de derechos humanos, carezco de los conocimientos político-económicos como para atreverme a opinar con certeza sobre los alcances de la despenalización de las drogas en el ámbito de la seguridad pública y sanitaria, así como de sus consecuencias a nivel macroeconómico. Por eso no me sumo a ninguna postura que tenga como fundamento dichos discursos. Simplemente considero que en una sociedad ideal, cada quien debería poder meterse lo que le viniera en gana sin tener que recurrir a alegatos patito para justificar su sano (o insano) esparcimiento, siempre y cuando no peligre su condición de miembro activo y útil para la sociedad.

Para finalizar,  la siempre sabia y contundente opinión de los grillitos al respecto:

Cri, cri, cri.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Lo que Chico Che me recordó...

Cinco abriles (o en mi caso marzos) tenía cuando esa tranquila mañana en los suburbios de la capital -bueno, en Tultitlán- la cama en donde plácidamente dormía comenzó a deslizarse topando con las cuatro paredes de la habitación. 

Mis recuerdos de infante o las historias posteriores que mi madre y hermana me describieron me hacen verlas rezando frente a una imagen del sagrado corazón (un Cristo con cirugía a corazón abierto o algo así) que se balanceaba como siguiendo el corito de la cuenta bancaria del Teletón (9..9...9 9!!) y hasta la fecha no me explico porque rayos no aprovecharon esos minutos para tomarme entre sus brazos (con delicadeza para no despertar al nene) y salir de la casa, cosa que habrían podido hacer en un santiamén.

Mi padre, mientras tanto, y como cantan los de Panteón Rococo iba en guajolotero con el alma obrera de mi ciudad y no sintió tanto el sangoloteo, hasta que llegando a la entrada de la ciudad y el cuadro dantesco los dejó a todos, pasajeros chofer y cacharpo, perplejos. Recién había acabado el calambre tectónico y ya habían caído varias estructuras. Desde la zona cercana al Tepeyac se notaban en panorámica nubes de polvo aquí y allá donde alguna vez hubo edificios.

Los días posteriores a tan terrible suceso este pequeñín pasó con su familia en repetidas ocasiones por varias de las zonas afectadas y mi inocente mentecita quedó con la idea de que esto era un fenómeno que seguramente pasaba cada año, como la temporada de lluvias o como el mundial, cada cuatro.

Ahora que se cumplen 30 años de aquello la ciudad y su gente han cambiado, bueno mas o menos. Se ha semi tratado de educar a la borregada para que al sonar las alarmas en radio, app de celulares, TV o las bocinas de ciertos postes de cámaras de vigilancia (solo en el DF, sorry mexiquenses) la gente ordenadamente publique en su muro "está temblando" para avisarle a la gente que por alguna razón carece de la habilidad de.... SENTIR cuando tiembla. A nombre de esa pobre gente, gracias.

Acto seguido, aún queda tiempo de salvar el archivo de word, pausar el video de youtube o cerrar el jueguito de Candy Crush y bajar con el resto de la godineada al punto de reunión asignado, fumarse un cigarrito, contar anécdotas del último simulacro, hacerle la plática a la chava nueva de contabilidad que trabaja en el otro piso, darte cuenta que tiene novio y oír por quinta vez la historia del Gerente de Compras cuando rescató a medio Tlatelolco el solito con sus manitas, cuando el tenía... 10 años? Las cuentas aún no me salen.

Yo por mi parte aguardaré ansioso el próximo simulacro, para ensayar el orden de como se abren las cuatro, si, cuatro chapas de las tres, si, tres puertas que separan mi departamento de la calle. Francamente en algunos sismos que han ocurrido estos años me he puesto a meditar si no sería mas practico sentarme a esperar tranquilamente la muerte, al menos moriría sin estrés. Total, soy otro ladrillo más en la pared.

domingo, 13 de septiembre de 2015

De Chapultepec por Tlatelolco a Ayotzinapa

Hasta mediados del siglo XX al la población mexicana en general medio le valía sorbete o de plano ignoraba la "gesta heróica" de seis chavitos que, sólo armados con sus mosquetes de chispa enfrentaron al "ejercito invasor" en las faldas, interior y alrededores del Castillo de Chapultepec un siglo antes, llenando de orgullo los anales de la historia.

Sin demeritar los cojones de los cadetes para enfrentarse en batalla la historia es verdaderamente parte de la nómina de los que mandan a hacer los libros de la SEP. Pues desde que tengo uso de razón no recuerdo que "oficialmente" se mencionara en ninguno de esos libros o en ceremonias conmemorativas lo siguiente, y que por cierto suena mas práctico:

El 13 de septiembre del 1847 culmina la batalla de Chapultepec en la que el ejército estadounidense le mete una soberana madriza (otra mas) a las fuerzas mexicanas, cobrando la vida de mas de 250 soldados, entre ellos 5 cadetes (el sexto en realidad ya estaba graduado). Que dicho sea de paso no fueron los únicos estudiantes castrenses que combatieron, fueron por ahí de 50 (otras versiones dicen que eran 800 y feria) que al final cayeron prisioneros junto con 800 (...) soldados. Dicha batalla fue librada en el marco final de la guerra que ambos países mantenían debido a una bronca de agencias, ya que los gringos se habían agenciado Texas después de que este hizo berrinche y se separó de México. 

Mas o menos como si el wey mamado de la cuadra te canta un tiro después de bajarte a la novia, porque le reclamaste el que fajen en tu sala. De tres sonajazos te deja tirado en la banqueta, se sienta en tu barriga y para dejarte respirar te dice que "para perdonarte" también andará con tu hermana y tu prima. Así de gloriosa nuestra historia y así de chido es nuestro vecino.

Pero esta página de nuestra ya conocida y trillada historia trae a mi mente otro hecho, no tan romántico como envolverte en la bandera y tirarte al vacío para que el enemigo no se haga de ella (o se haga en ella). No, lo que a mi mente llega es algo mas reciente, y que también todos conocemos, los chavos de la normal Raul Isidro Burgos desaparecidos y obviamente asesinados, de eso ya no queda duda, hace casi un año. Sería desgastar a la vista del lector que haya llegado hasta aquí con teorías y críticas al sistema actual, para eso esta La Jornada, Proceso, MVS, OEM, El Universal y Televisa, todos ellos con sus respectivos filtros gubernamentales.

El relacionar en este texto la muerte de los chavos en Chapultepec con el asesinato de los otros en Guerrero no es por morbo, bueno sí, pero es por un morbo que trasciende los años y me hacen volar la imaginación. 

Hacia un país como este, en el año 2182 donde por edicto presidencial se conmemore a nivel nacional la ¨gesta¨ heróica de 43 estudiantes que se enfrentaron al sistema en oscura época de principios de milenio, cuando gobernaba la impunidad.

Me supongo que las instituciones gobernantes en ese futuro ilusorio pertenecerían a algún tipo de ideología evolucionada de los artefactos de control de nuestros días, o sea, pan con lo mismo, los cuales, ya con mas de 60 años de distancia pueden enaltecer figuras y comerciar con las víctimas que su papá (institucional) permitió, provocó o planeó.

Me imagino homenajes, ceremonias, tal vez hasta día libre para los Godinez o de perdida, día libre en las escuelas, discursos y marchas conmemorativas.

¿Suena improbable? El dos de octubre no se olvida.

Tres historias diferentes, la primera menos infame que las siguientes pero que comparten una línea: La versión histórica que se les va dando.

Total, qué sé yo, si soy solo un ladrillo más en la pared.


viernes, 11 de septiembre de 2015

Nostalgia "terrorista"

Como han pasado los años, pareciera que fue ayer cuando por las pantallas de televisión del planeta entero no se cansaban de transmitir y retransmitir la demolición, digo, el derrumbe majestuoso de un par de las estructuras mas icónicas de la cultura norteamericana, desencadenando así lo que en nuestros días llamaríamos el "tren del mame" de imágenes de neoyorquinos empanisados por el derrumbe, personas arrojándose al vacío y rostros de terror ante lo que parecía el fin de una era. Ya sabemos que no fue así.

Por cierto que un gusto culposo en mis recuerdos es imaginar la caída de dichas torres al compás del ultimo minuto de la Obertura 1812 de Tchaikovsky, lo se, muy V for Vendetta.

Mi día en la universidad, unas horas después fue de incertidumbre total, las caras de los maestros y estudiantes denotaban angustia, en la historia moderna no nos había tocado algo tan vívido, para esta sociedad tercermundista vecina del cowboy fue igual a ver de cerca cómo le pegaban un zape al cabroncito de la cuadra. ¡Y la que sentías que se iba a armar!

El bombardeo mediático de principio de los dosmiles tramaba, con los "medios" que existían entonces, una maraña de versiones y suposiciones sobre las causas y las consecuencias. La "verdad histórica" (manera irónica de llamarle a la versión oficial) apuntaba sus cañones a algunas regiones de asía y medio oriente, a un cuate barbudo y con turbante que, según ellos, les había volteado bandera hacía unos años. "Cría cuervos y te tumbaran las torres" o algo así decía el dicho.

Hoy es de todos conocido que la historia en la memoria colectiva es una suripanta de tres pesos, que olvida lo trascendental y graba con cincel lo que a ciertos círculos conviene.

Que tiempos aquellos en los que la infamia que se conmemoraba en esta fecha era la caída no de dos edificios bursátiles, sino de todo un gobierno allá… en los 70s,  en un país sudamericano, perpetrada por la traición de un moderno judas, casualmente respaldado por esa nación del norte, que hace 14 años se rasgaba las vestiduras por el gravísimo atentado que sufrió en su propia tierra, lejos, muy lejos de los escenarios bélicos que desde siempre ha creado.

Bien se la soltó García Marquez a Bush en una carta abierta:
¿Cómo se siente? ¿Cómo se siente ver que el horror estalla en tu patio y no en el living del vecino?

Pero como buenos gandallas mas que buscar quien se las hizo buscaron (y encontraron) quién se las pagara. Es lo lamentable de esta fecha.

Estamos muy lejos de que las tragedias terminen, y mas aún las traiciones, pero tristemente parece que lo que si de plano jamás acabará son las oportunidades de algunos para usarlas como excusa para algo peor…

Pero pus total. ¿Qué puedo saber? Yo sólo soy otro ladrillo mas en la pared.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Breve e innecesaria reflexión sobre el amor, los celos y la Agamia.

Hace un par de años me topé, por mero accidente,  con un el blog de un español inadaptado que sostenía (como muchos teóricos contemporáneos del género y las relaciones humanas) que el amor es una invención opresiva  y heteronormada del capitalismo y que, tal cual lo interpretamos, equivale más o menos a una aberrante sofisticación de los impulsos atávicos del ser humano con fines de control social por medio del fomento a la posesividad. En oposición al amor, él propone la "agamia", término en el cual busca sintetizar toda una filosofía de resistencia a las imposiciones afectivas del entorno. Independientemente de los muchos fundamentos teóricos de los que se ha servido y de que su discurso es tan incómodo que algo de verdad ha de tener, recuerdo que la primera opinión que me formé al respecto fue "Caray... que tipo tan valiente".

La Agamia no habla de "abolir las diferencias de género en las relaciones amorosas" ni "los celos" ni de "poliamor".  No... la Agamia va y arremete directa y francamente contra el amor romántico en todas sus expresiones por considerarlo un lastre para el sano desarrollo del ser humano y promueve relaciones basadas estrictamente en las verdaderas necesidades individuales del ser. No es nada nuevo en realidad.  Firestone y Haraway, por citar un mínimo ejemplo, lo descubrieron hace mucho. Pero, al igual que mi querido amigo agámico, son consideradas extremistas resentidas a los que "más les valdría buscarse un novio".

Recuerdo la opinión de uno de mis amigos con respecto de la Agamia y de la doctrina Hellenfisheriana, que formaban parte de la misma plática de sobremesa: Son cosas que sólo defienden los malcogidos.  Bueno, supongo que es una manera muy tendenciosa de verlo. Al igual que los latinos son (o debería ser) los principales interesados en buscar la igualdad racial, las personas que por alguna u otra razón no caben en las etiquetas prefabricadas del "amor" serán las primeras en quejarse. Con ello bastaría para justificar en todo sentido la búsqueda de nuevas tendencias en las relaciones afectivas, pero resulta que también un montón de personitas que no somos especialmente despreciables a nivel amoroso, vamos por la vida preguntándonos por qué refregados TENEMOS que amar así.

Por otro lado, me es imposible negar el papel que el constructo del amor ha tenido en un montón de cosas que disfruto al nivel de no estar dispuesta a renunciar a ellas. Y entonces entiendo porqué la agamia está casi  condenada al fracaso: Las personas no nos caracterizamos por estar dispuestas a sacrificar nuestra zona de confort, y el sacrificio que la postura impone es algo que tendría alcances telúricos en virtualmente todos los aspectos de nuestra vida. Pero supongo que sucedió lo mismo en su momento con la abolición de la esclavitud y el derecho al sufragio femenino; la sociedad los interpretó como una amenaza absoluta en contra de sus cimientos básicos, hasta que los negros y las mujeres alcanzaron el nivel de consciencia que les permitió entender que estaban siendo violados en sus derechos más elementales, y eventualmente se pusieron a luchar por ellos. Claro, verlo así es algo romántico e ingenuo, el sistema en su totalidad estaba cambiando y la ampliación de los derechos civiles era un factor clave para el éxito del capitalismo, y el amor está lejos de comenzar a ser un estorbo. Por su vinculación directa con el control de la sexualidad, la distracción emocional que ofrece y la formación de esquemas familiares reproductiva y económicamente activos,  el amor es uno de los éxitos más rotundos del sistema, y sólo renunciaremos a él cuando los intereses de los órdenes "macro" nos impelan a ello...y las personas nos atrevamos a admitir que tal vez el amor no sea la panacea de la libertad individual, si no todo lo contrario.

Sin embargo, aún cuando considero que la abolición del amor como fenómeno social está en pañales, esa es la menor de mis preocupaciones. La realidad es que las preguntas que me hago en lo cotidiano son mucho más sencillas y están enfocadas a librar una guerra mucho más egoísta. ¿Por qué hemos de sufrir a toda costa esa inmunda necesidad de monopolizar al prójimo, con su consecuente desgaste emocional? ¿Por qué habríamos de someternos a los intentos de monopolización afectiva de un tercero, a perpetuidad?. Muchos opinan que el amor romántico y la monogamia son estrategias evolutivas. No encuentro mucha validez en dichos argumentos, pero al mismo tiempo no niego que algo de biológico y reptiliano debe haber en los celos que los haga tan insoportables. La violencia también es parte fundamental del ser humano, pero como en crudo resulta desastrosa, la hemos moldeado para fines sociales, igual que los celos. So, si la violencia y los celos y todo lo demás es transformable, no suena descabellado pensar que podemos reorientarlos en válvulas de escape menos irrealizables que la fantasía de "poseer a otro por completo", y por tanto, menos susceptibles de generar un malestar cuya consecuencia puede ir de la mera depresión al crimen pasional. Al final, no está de más preguntarnos cuáles podrían ser dichas sublimaciones y, ¿qué rayos haríamos con todo el tiempo libre y la energía que deshacernos de conductas y pensamientos celotípicos (si es que se puede) nos dejaría? Tal vez descubrir una manera útil y humanista de amar, o inventarnos una nueva forma de sufrir. Tristemente, es claro que ni usted ni yo viviremos lo suficiente para averiguarlo.

Cri.. Cri..Cri.












lunes, 7 de septiembre de 2015

Distorsiones del ignorante hipersensible: De la tragedia humanitaria al morbo.

La imagen de Phan Thị Kim Phúc desnuda huyendo del napalm conmocionó al mundo en los años setentas.  No fue factor influyente para detener la guerra en Vietnam, pero probablemente lo hubiera sido de haber sido difundida algunos meses antes.  Sin embargo, como muchas otras imágenes pullitzereables, levantó ámpula y en todo el mundo se multiplicaron las voces de protesta contra el imperio y sus estrategias bélicas altas en vitamina C. La fotografía de Kevin Carter que capturó un niñó famélico con un buitre al acecho, también ayudó a redimensionar en el imaginario occidental la idea de la hambruna africana en la década de los noventas, aunque dicho atrevimiento le costó al fotógrafo hacerla de chivo expiatorio y terminar financiera, social y anímicamente quebrado.

Hace unos meses Facebook se llenaba de imágenes de niños asesinados por los bombardeos en la Franja de Gaza, y esta semana una de cada tres publicaciones representa un niño ahogado literal y simbólicamente por intereses políticos que le eran completamente ajenos. El viernes pasado escuché en el trabajo que era una lástima que todo mundo estuviera posteando tales cosas por que a la larga dejaban de "impresionar". Ayer encontré varias publicaciones de "contrataque" que denunciaban el tremendo morbo que implica estar colgando fotos de niñitos muertos en las redes. 

Albert Bandura, uno de los teóricos más importantes en el tema de los juicios morales y la victimización, explica de manera muy sencilla cómo vamos por la vida haciéndole a Pilatos la competencia en eso de lavarnos las manos.  Él afirma que una de las maneras más eficientes de no sentirnos responsables de algo es justamente no verlo de manera directa.  Trescientos muertos anónimamente plasmados en el periódico no le hacen cosquillas a la fotografía nítida de uno sólo. Como seres humanos, podemos ahorrarnos al empatía frente a un montón de símbolos, pero no frente a una imagen. Está en nuestro cerebro reptiliano, y cuando vemos otro humano sufriendo (independientemente de quienes también lloramos si vemos sufrir una lagartija), nuestro impulso principal es el de ayudar, sobre todo si se trata de una cría de nuestra especie. Es una cuestión evolutiva incontrovertible, no podemos ser inmunes al sufrimiento ajeno.

!Pero tampoco podemos hacer nada por los niños sirios! Dirá más de alguno. ¿Cómo no mi estimado amigo? Mire usted, lea los periódicos, infórmese, deje de hablar de pendejadas fomentadas por televisa y pregúntese que carajos está pasando en el mundo.  Reconozca a los patrocinadores de la tragedia humanitaria y desprécielos en lugar de anhelar patéticamene su modo de vida imperialista. Conozca de sociología,  preocúpese por aprender en lugar de repetir como idiota los estereotipos de siempre. Mírese al espejo y reconozca al cretino en potencia que hay allí, y regálele al mundo un cretino menos, que ya con eso es bastante. !Ah! y deje de mentirse a sí mismo. Lo que usted siente cuando ve al niño ahogado no es indignación por que se ultraje al pobresito en favor del morbo de las masas. Es la remota e incómoda vocecita de su consciencia que amenaza con recordarle que esos ojos nublados y esa carne hinchada no son de usted por un mero asunto de accidentalidad geográfica. Dicho sea de paso,  que mi compañera en la oficina tambien tenía razón. Ya estamos desensibilizados y la mayoría de nosotros nos las ingeniamos para no tener en la cabeza a los sirios ahogados ni a los palestinos desmembrados ni al niño famélico ni a la vietnamita abrasada cuando nos vamos a dormir. Así que la distribución masiva de imágenes absolutamente gráficas y crueles en las redes sociales tampoco promete ser la panacea del pacifismo. Repito, lo único que podemos hacer por las víctimas inocentes de nuestro modo de vida capitalista es entender cómo funciona dicha dinámica injusta y tomar responsabilidad plena de lo que sí está en nuestra manos. Todo lo demás, es comentario.


Cri...cri...cri.