lunes, 5 de septiembre de 2016

#NoTeMetasConMisHijos o la ilusión del estátus social a partir del núcleo familiar "tradicional"


"El Frente Nacional por la Familia exigirá mediante las movilizaciones el respeto al derecho humano de los padres de familia de educar a los propios hijos; el de los niños a tener un papá y una mamá; reconocer al matrimonio entre hombre y mujer como fundamento de la familia y a ésta como célula natural y fundamental de la sociedad, así como su protección por parte del Estado."


Tendemos a creer que la ignorancia es, en la mayoría de las ocasiones, involuntaria, aunque se vuelve difícil cuando nos enfrentamos a una coalición de autodenominados padres de familia organizando marchas para defender su "derecho" a mantener a su progenie en el mismo nivel de ignorancia que ellos ostentan con orgullo.  Tristemente, aquí no se trata de un asunto de tolerancia o de democracia, si no de derechos civiles, al igual que la segregación racial y el sufragio femenino lo fueron en su momento. 

Por más que el discurso pro familia recurra al trilladísimo recurso de descalificar el discurso de ideología de género y el matrimonio igualitario a partir de satanizarlo y sugerir que las reformas incluyen a un equipo de cirujanos plásticos prestos a realizar intervenciones de cambio de sexo en las instituciones preescolares, por más que pierdan de vista las nociones de igualdad y laicidad educativa y por más que profeticen un futuro anti natura en el cuál los heterosexuales se conviertan en parias sociales por renegar de la moda homosexual, sus pretendidos argumentos no dejan de ser lo que son: alegatos de odio e ignorancia que más allá de provocar lástima, debieran generar alarma: ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI?

Independientemente de las críticas de cajón, que incluyen el también trillado contra argumento de los sacerdotes pederastas y de los niños de la calle y de las madres solteras (que tampoco me parecen argumentos como tal),  creo que habría que ser más analíticos con las verdaderas causas que llevan a un sector poblacional a movilizarse en contra de reformas que países primermundistas impulsaron hace años. A mí me parece que no es un tema de derechos, como pretenden hacernos creer, si no de vil y vulgar estatus. 

Me explico. Vivimos en una sociedad  que sigue importando directo del medievo sus expectativas del éxito ontológico, que se determina a partir de una sencilla ecuación que implica nacer, crecer, ser económicamente viable, reproducirse bajo una normatividad heteronómica y heteronormada (favor de no confundir), intensificar la viabilidad económica y, a partir de lo anterior, asegurar una venerable ancianidad en estrecha comunión con los principios básicos del cristianismo.  El problema es que las condiciones económicas actuales, si bien facilitan con su explosión demográfica sin freno aquello de nacer y dejan en segundo o tercer término la importancia respectiva a crecer, están haciendo cada vez más difícil el tema de la viabilidad económica propia de la familia "tradicional" (que si nos ponemos verdaderamente tradicionales habría que vincular con la tribu, más que con papá y mamá) . Esto la convierte en una ilusión de éxito social para los que tienen la suerte -por decirle de algún modo- de haber podido formar una.  La legitimación legal del concepto de familia que pretende extenderse a otras realidades -que no por no estar legitimadas no existen- atenta directamente contra uno de los pilares que permite que no tan en el fondo, los militantes del Frente Nacional por la Familia se sientan parte de una exclusiva élite de "gente bien". 


 Y es que todos somos iguales, pero habemos unos menos iguales que otros, o algo así. Y no, realmente nadie está pensando en los niños. Eso de #NoTeMetasConMisHijos se traduce al español como: No pretendas que tu estilo de vida valga lo mismo que el mio. 











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